miércoles, 12 de enero de 2011

El legendario Alianza Lima - Abelardo Sánchez León





El legendario Alianza Lima en La balada del gol perdido (1993) de Abelardo Sánchez León

Yo soy hincha del Alianza Lima mucho antes de que hiciera la Primera Comunión, de la misma manera que Toño Cisneros lo es del Cristal (antes Sporting Tabaco, por supuesto), Alfredo Bryche Echenique del Ciclista Lima, Fernando Sánchez Albavera del Sport Boys y Julio Ramón Riberyro de la U. Ser hincha de un equipo de fútbol es parte esencial de la personalidad de uno. La manera de llegar a serlo y las razones de fondo son siempre un enigma. Quizás exista una relación entre la forma de jugar de cada equipo y los rasgos que definen a cada quien, pero lo cierto es que hay una enigmática relación de estos factores que favorece la identificación.

Según la información que nos proporciona el historiador José, el Sport Alianza, fundado en febrero de 1901, que después sería el legendario Alianza Lima, fue el primer equipo conformado por las clases populares urbanas. La euforia del fútbol se había concentrado en la juventud de la nueva oligarquía nacional. Fue el caso de la directiva del Unión Cricket que, en 1897, se componía de personas como Pedro de Osma, Carlos Gildemeister, J. Garland, Miguel Grau, Luis Alayza y Rafael Benavides. Pero el carácter de juego colectivo, en una sociedad que se colectiviza y se masifica, fruto del desarrollo capitalista, posibilitó que otras personas también empezaran a practicar el fútbol, personas que provenían de otros estratos sociales. Al año de fundado el Alianza Lima apareció en la escena su más encarnizado rival: el Atlético Chalaco, y ya por 1910 habían aparecido una serie de clubes de clara procedencia popular: Unión Buenos Aires Callao, Sport José Gálvez, Sport Tarapacá, Sport Ica, Sport Progreso y Sporting Tabaco.

De todos ellos, el Alianza Lima es el que ha logrado durante este siglo y convertirse en el rival de una serie de clubes que se han mantenido en la primera división y otros que han desaparecido para siempre. Universitario, Boys, Municipal, Cristal, de un lado, y Mariscal Sucre, Mariscal Castilla, Centro Iqueño, de otro. Pero, además, el Alianza ha logrado mantener un carácter eminentemente popular, a pesar de representar a una zona específica de la ciudad y a una raza que no permite confusión: La Victoria y la negritud. Esto, en una sociedad plagada de cambios y evoluciones, que tiraba más hacia el mestizaje cholo, proveniente del Perú Profundo lanzado hacia la costa, la capital, las barriadas, que no necesariamente se identificaban con ese universo negro asentado en las zonas antiguas de Lima y el criollismo.

El espíritu tradicional con el cual se suele identificar al Alianza es el criollismo, hermano del Señor de los Milagros, amante de la carapulcra, de los anticuchos y las sabrosas morenas: las huestes de la Valentina. Lo popular es (pero sobre todo era) el mundo criollo. El callejón y su tacu-tacu, Carlos Lazón y el Callejón del Bullo, Matute, Mendocita, la zona galante y peligrosa de la ciudad, el cajón, la jarana, Abelardo Vásquez. Alianza, sin duda alguna, representaba con su estilo de juego toda la viveza criolla del hablar jugando a la pelota. Pero la pregunta es: ¿cómo ha evolucionado Alianza para no perder el tren de los cambios en el mundo popular, orientado ahora al tesón y disciplina de las barriadas; al hecho de construirse su casa con esteras en la punta del cerro? ¿O a pitear por la luz y el agua? ¿Cómo ha logrado politizar a su hinchada de acuerdo a la politización popular en la ciudad?

Si el Alianza persistiera en la imagen de representar al mundo criollo y negro de La Victoria, estaría casi muerto, y no podría proponerse como Alianza es el Perú y el Perú es el Alianza. Imposible, porque el Perú es ancho y ajeno, vasto y distante, diferente. El milagro (en octubre y de morado) es que sin perder sus rasgos esenciales ha logrado convocar a otros segmentos de la población, sobre todo populares, pero también de los sectores medio y altos. Y aquí compite, como es obvio, con la U, pero también con el Cristal. Hay algo, sin embargo, tremendamente poético e inasible en la hinchada del Alianza, algo profundo, a pesar de los cambios operados en su hoy violenta y achorada barra. Eso es una maravillosa desconfianza en su talento y en su capacidad, propia del mundo popular, acostumbrado más a no poder desarrollarse que a hacerlo. A los blancos, los blanquitos y los blanquiñosos, la vida les resulta más fácil que a los cholos, a los chinos y a los negros. Resulta feo, pero es desgraciadamente así. La seguridad del blanco no la tiene el negro. Su prepotencia, su aplomo, son rasgos que no pueden generalizarse. En el Alianza hay la convicción del talento y la calidad, pero no la seguridad de llegar a buen puerto. La cábala, la magia, surgen, entonces, como paliativos que deben considerarse. Este Alianza, el de mi infancia y adolescencia, de hincha sufrido e inseguro, iba con mi personalidad. Los hinchas blancos del Alianza Lima son blancos tímidos y palteados. Lúdicos, juguetones,, cabalísticos, creyentes del poder de la Luna.

Sin embargo, no todo es así ahora. El universo popular juvenil urbano está confrontado a una competencia creciente, y tiene la necesidad de mostrar una agresividad contra el medio hostil que lo rodea para salir adelante. La nueva hinchada del Alianza no se reduce al sabor de los anticuchos ni al bailecito de los tamales en la tribuna Sur. El fútbol ha polarizado a la sociedad en sus cuatro tribunas; el estadio se ha convertido en el único lugar donde se encuentran todos durante noventa minutos de juego, y sin ser guerra, la competencia deportiva equivale a la competencia por la vida en la ciudad. Alianza, para mantenerse vigente incorpora, a su inseguridad innata, esa agresividad de la sociedad, juvenil, hostil, como signo de los tiempo. Pero todos sabemos que el universo popular jamás será prepotente; la cercanía a la pobreza abre las puertas a la calle, el vecino es el amigo, la pelota una excusa para pasar la tarde.

Los noventa años de su existencia son la expresión de piel vital, importante en el Perú, que demostró que desde la dificultad económica, el fútbol y el Alianza son una forma de poder ser siempre mejores que sin el fútbol y el Alianza.


Mayo de 1991

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